La preparación y extracción de sólidos, gases, líquidos y otras muestras líquidas en el laboratorio, requieren del uso de una centrífuga, la que debe ser escogida en base a un análisis de cada equipo, para que así cumpla con las especificaciones técnicas de cada aplicación.
Escoger la centrífuga adecuada es esencial para la eficiencia y productividad del laboratorio, es por esto que se deben tener en cuenta los siguientes puntos clave:
1- Refrigeración.
Para usos relacionados con el análisis de ADN y ARN, PCR y anticuerpos, las muestras deben mantenerse entre los -20°C y los -40°C, para así prevenir la degradación de las muestras provocado por el calor que genera el movimiento giratorio de la centrífuga, por lo que, en estos casos, debe adquirirse una centrífuga que incorpore un sistema de enfriamiento.
2- Dimensiones.
Antes de adquirir una centrífuga de laboratorio, se debe evaluar el espacio que se tiene disponible para poder acceder fácilmente a este equipo. Dependiendo de esto, se puede seleccionar una centrífuga de sobremesa o de piso, la que es de mayor capacidad y puede trabajar tres, cuatro o incluso una cantidad mayor de litros de variadas muestras al mismo tiempo.
3- Muestras.
Dependiendo del tipo de muestra que se va a trabajar en ese equipo, se debe analizar el rotor, tipo de tubo para las muestras y su tamaño, ya que estos son específicos para cada tipo de centrífuga.
4- RPM y RCF.
Los RPM indican qué tan rápido gira la centrífuga en un rango de tiempo, por otro lado, el RCF es la fuerza G, medido en la forma de fuerza, multiplicado por gravedad. Los contenidos del rotor de la centrífuga están sujetos a estas fuerzas. Para determinar el adecuado para cada aplicación, se debe investigar la cantidad de fuerza requerida.