La cromatografía de gases tiene sus orígenes en 1951 y consiste en pasar una fase móvil gaseosa por una columna con el fin de separar los componentes volátiles y semi-volátiles de una muestra. Esta es una de las técnicas más utilizadas en laboratorios alrededor del mundo.
Pero a pesar de la efectividad de esta técnica, tiene ciertas limitaciones que no se presentan en la cromatografía líquida. Es así como los compuestos poco volátiles, los sensibles a una elevación en temperatura y los que se encuentran en forma iónica, no pueden ser sometidos a esta técnica.
El uso más común de la cromatografía de gases es la determinación de la presencia o ausencia de un compuesto específico en una muestra determinada y esto se realiza mediante la comparación del cromatograma de la sustancia pura versus el de la muestra original. La principal dificultad de esta comparación radica en que pueden haber distintos compuestos que presenten el mismo comportamiento cromatográfico bajo condiciones idénticas. Es por esto que, para evitar conclusiones erróneas, se debe combinar la cromatografía con la espectroscopía de masas como técnicas acopladas.
La forma de llevar a cabo esta técnica comienza inyectando la muestra en la fase móvil, la cual generalmente es un gas inerte como el helio. En esta primera etapa, los componentes de la muestra pasan a través de la fase estacionaria, la cual está fijada en una columna, siendo más comunes las columnas capilares.
Esta columna se ubica dentro de un horno. La velocidad de migración de cada componente y su tiempo de permanencia en la columna serán función de su paso desde esta primera fase a la fase estacionaria. La afinidad de cada soluto de la muestra con esta fase permitirá su separación en bandas que pueden posteriormente analizarse.
Finalmente la cromatografía de gases con espectrometría de masas es una de las técnicas analíticas más completas y es utilizada en investigación, análisis de procesos industriales y en control de calidad.
Las principales cualidades de la espectrometría de masas son la capacidad de identificación casi inequívoca, es universal y específica, permite medir la concentración de sustancias, proporciona información estructural de las moléculas y es una técnica rápida que se puede realizar en décimas de segundos, por lo que entrega información en tiempo real.
La combinación de estas dos técnicas permite la separación de mezclas muy complejas, detectando y cuantificando todos los componentes individuales de una muestra.