El baño termorregulado o Baño María de laboratorio, es un equipo que, aunque parece de uso sencillo, resulta indispensable a la hora de realizar procedimientos de incubación, agitación, activación, biomédicos y farmacéuticos que requieran baños serológicos.
Es por esto que su correcto manejo y cuidado durante y después del uso, son parte importante de su mantenimiento a lo largo del tiempo.
Para comenzar, hay que tener en cuenta el reporte de calibración del equipo, entregado por el fabricante y que asegura que la temperatura establecida por el baño sea la correcta. Con el uso, esta temperatura puede variar, por lo que será necesario recalibrar el equipo al menos una vez al año.
A la hora de llenar un baño termorregulado, se debe verificar que el agua utilizada sea destilada y que ésta se vierta hasta cubrir por completo las resistencias que calientan el agua. Las resistencias expuestas pueden provocar el daño del elemento que expondremos al calor del baño, ya que su temperatura será mayor al no estar sumergido en el agua.
Con respecto al termómetro a utilizar, al incorporarlo al agua, éste debe quedar flotando en ella y no suspendido en el fondo del baño, ésto último puede provocar una lectura errónea de la temperatura necesaria para el procedimiento del baño serológico.
Una vez que el baño está encendido y en funcionamiento, no se debe mover ni trasladar. De ser necesario cambiarlo de lugar, se debe apagar, desconectar y comenzar todo el procedimiento nuevamente.
Al finalizar su uso por el equipo de laboratorio, el baño debe ser desconectado de la electricidad y vaciado completamente. Una vez frío, será necesario secarlo por completo con una toalla de papel desechable.
Todos estos cuidados, sumados a un mantenimiento preventivo una vez al año, alargarán la vida útil del equipo y se lograrán resultados fidedignos en las pruebas realizadas.