El amoniaco está presente en el agua de manera natural, como producto de la degradación de compuestos orgánicos e inorgánicos en el suelo y el agua, resultante de la excreción de la biota, de la reducción del nitrógeno gaseoso en el agua o por intercambio de gases con la atmósfera. Pero este compuesto también está presente en aguas residuales sanitarias, como resultado de los desagües domiciliarios y efluentes industriales, también por la hidrólisis de la urea y la degradación biológica de aminoácidos.
En el agua, el amoniaco puede estar ionizado o no, según sus niveles de PH. Ambas formas pueden ser dañinas para la biota acuática, o sea, la flora y fauna marina, pero es la forma no ionizada la que puede ser más dañina que la ionizada. El amoniaco también puede unirse a metales pesados, lo que forma complejos que son tóxicos.
Para establecer un método con el cual determinar el amoniaco en una muestra acuosa, se debe tener en cuenta la presencia de interferentes y la concentración de amoniaco en la muestra. Es por esto que una determinación manual, sólo es recomendada en el caso de agua potable, aguas superficiales limpias o subterráneas y efluentes de aguas nitrificadas de buena calidad.
Si existe interferencia en las aguas a analizar, se debe primero realizar una destilación y posterior titulación, para aquellas muestras que posean concentraciones superiores a los 5 mg/l, luego de la destilación, se debe tratar la muestra con ácido bórico y luego titular, lo que finaliza cuando la solución cambia de color.
Los compuestos nitrogenados como el amoniaco, son dañinos para los humanos, animales y el medio ambiente en general y su presencia es muy común en los efluentes de aguas residuales domésticas. La concentración permitida de estos elementos varía según la legislación de cada país, pero el objetivo es mantener estos niveles bajos mediante el análisis constante y preciso.