Con el objetivo de que los consumidores finales tengan siempre un producto alimenticio que sea tanto sano como sabroso, es que se instauran los controles de calidad de los alimentos, los cuales, mediante parámetros tecnológicos, físicos, químicos, microbiológicos, nutricionales y sensoriales, aseguran un producto óptimo para consumo cada vez.
Todos estos parámetros de medición del control de calidad, logran establecer buenos atributos específicos en los alimentos, como el sabor, color, aroma, textura. Así también se miden propiedades cuantitativas en los productos, como el contenido de azúcar, proteína, fibra, peróxidos, ácidos grasos libres, etc.
La medición de estos atributos ayuda a establecer estándares sobre la composición del alimento en producción, las reacciones deteriorantes esperadas, el envase utilizado, la vida útil requerida y el tipo de consumidores al que va dirigido.
Los estándares no se establecen al azar, sino que se rigen en base a las leyes y reglamentos con respecto a estos productos, los cuales son tanto internacionales como regionales y detallan información sobre comercialización, producción, etiquetado, aditivos, suplementos dietéticos, prácticas de fabricación, etc.
Adicional a la seguridad de los alimentos para el usuario, el control de calidad en los alimentos es clave también por las pérdidas que puede generar para el fabricante un producto rechazado o retirado del mercado, por lo que el factor primario a considerar es la seguridad y confiabilidad, seguido de la apetitosidad.
Un método muy utilizado para el control de calidad es la generación de una cadena de producción, en donde se puede controlar cada aspecto en sus eslabones, los cuales son: Producción, Procesado, Empaquetado, Almacenado, Transporte, Venta y Consumo.
Reducir las prácticas riesgosas en la producción de alimentos puede llevar a una ventaja competitiva dentro de la industria, una mejora en los costos generados al momento de procesar, empaquetar y transportar, manteniendo la calidad de los productos.